Universidad de Oviedo    La ciudad pulcra    Alimento del espiritu    En plena forma    Diversión sin fín
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La capital del Principado de Asturias remonta su origen al año 761, cuando el monje benedictino llamado Fromistano, acompañado de su sobrino Máximo y unos pocos siervos de la misma orden, fundó en estas tierras un monasterio dedicado a San Vicente.

El rey Fruela encontró el emplazamiento adecuado para construir su palacio y fundar las iglesias dedicadas al Salvador y a los Santos Mártires, desaparecidas tras un ataque musulmán. Alfonso II el Casto trasladó la Corte a Oviedo y dejó sus huella en joyas como la capilla funeraria dedicada a Santa Leocadia, la iglesia de Santirso y la iglesia de San Julián de los Prados, uno de los mejores exponentes del Prerrománico asturiano. Le sucedieron otros monarcas, como Ramiro I, que auspició la creación de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, y Alfonso III el Magno, de quien queda La Foncalada, recientemente restaurada.

Tras un periodo de decadencia en los siglos posteriores, en el siglo XV se constituye la Junta General del Principado. Entre los siglos XVII y XVIII Oviedo asiste a un florecimiento económico y cultural, patente en la arquitectura de la época.

Ya en el siglo XX, los duros avatares de la Revolución del 34 y de la Guerra Civil, Oviedo ha ido consolidando su función de capital administrativa y cultural del Principado, presentándose hoy como una ciudad abierta, de claro carácter comercial y universitario.


Recorrido histórico

La Plaza de la Catedral, exactamente denominada de Alfonso II el Casto, constituye el eje de la zona más antigua de la ciudad, y hasta 1930 estuvo cubierta de casas, que se derruyeron para destacar la belleza de la edificación gótica.

Desde el claustro es posible salir hasta la Corrada del Obispo, a través de la Puerta de la Limosna, desde cuyo balcón la Junta General anunció al pueblo asturiano su decisión de declarar la guerra a Napoleón.

Una pequeña vuelta a la izquierda lleva al caminante hacia el Tránsito de Santa Bárbara, pasando antes por la Torre Románica, remodelada durante los siglos XI y XII. No muy lejos, el conjunto formado por el antiguo monasterio de San Vicente y la iglesia de Santa María de la Corte se alza el primitivo lugar elegido por Fromistano para fundar el convento.

El monasterio de San Pelayo se remonta al siglo X, bajo la advocación de San Juan, cambiada cuando las reliquias del obispo fueron traidas desde Córdoba. La fachada, terminada en 1704, en estilo palaciego, se debe al arquitecto benedictino fray Pedro Martinez de Cardeña, y la iglesia , de finales del XVI, a Diego de Villa.

En un paseo por la parte antigua no pueden faltar las calles de San José, plaza del Paraguas, Salsipuedes, Mon y plaza de Trascorrales, hasta llegar a la calle del Sol, donde se encuentra el palacio de Revillagigedo. También merece la pena llegar hasta la Plaza Mayor, sede el Ayuntamiento, de estilo herreriano, cuyas obras se iniciaron en 1622, con planos de Juan de Naveda.

Para sumergirse totalmente en el Oviedo más tradicional no puede faltar un recorrido por la plaza del Fontán, donde se celebra el mercado desde tiempos inmemoriales y que ocupa el lugar de una laguna que fué desecada en el siglo XVIII.

Desde aquí se puede seguir hasta la calle del Rosal o volver por las calles Rosal, Jesús, Peso, hasta la plaza de Riego, donde empieza el edificio histórico de la Universidad, que termina con el antiguo colegio de Huérfanas Recoletas, en la calle San Francisco.

Los palacios de Camposagrado, hoy Audiencia, Conde de Toreno, Valdecarzana y Heredia o la capilla de la Balesquida, en la que se venera a la Virgen de la Esperanza, son otros de los enclaves más representativos de la ciudad.

La plaza de la Escandalera es el centro neurálgico de la ciudad moderna. Desde ella se divisan la célebre calle Uría, arteria principal de Oviedo, y el Campo San Francisco, principal zona verde de la ciudad.


Fotografías : (c) Angel Cabiedes - Marzo 1977

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