El grupo humano que habitó hace 12.000 años la Cueva de Tito Bustillo
tenía una alimentación aceptable, fundamentada en la caza, el pescado y la
recolección de moluscos y frutos silvestres, aunque el aumento de la
población repercutió negativamente en los recursos de la naturaleza. La
llegada de los romanos descubrió una situación precaria, basada en la
carne de cabrío, la leche y la harina de bellota, según Estrabón. Por
decisión de Roma se plantaron masivamente castaños con el fin de asegurar
una fuente alimenticia suplementaria, que cumplió eficazmente su cometido
hasta hoy mismo en forma de "amagüestos" de castañas.
El descubrimiento de América y la introducción aquí del maíz, las patatas
y las alubias, comenzó a solucionar el problema alimentario en una tierra
de cultivo tan peculiar como Asturias. Y la evolución de los tiempos ha
permitido que Ribadesella posea hoy una cocina rica y variada, al estilo de
la cocina norteña peninsular, muy apreciada por el mundo entero.
El santo y seña de la gastronomía local es la cocina marinera, abastecida
con los productos del vecino Cantábrico. La flota local la surte de una
excelente materia prima, entre la que hay que destacar a la "merluza del
pinchu", llamada así por haber sido pescada con anzuelo y no con red,
preservando intacta su fina textura, Pero no desmerecen junto a ella otros
pescados exquisitos como la lubina, el besugo, el "xáragu", el "pixín",
el rey, el lenguado o los salmonetes, todos ellos habituales en la villa y
s¢lo dependientes de la época del año o de la suerte de los pescadores.
Se pueden consumir al horno, en la sartén o a la plancha, aunque alguno de
ellos empieza a ser consumido en cazuela, con salsa de aguardiente de
sidra.
Merece también atención el bonito, líder del verano, que se toma en rodajas,
o guisado en marmita, con pimientos y patatas, así como el apetitoso "rollo"
típico de Ribadesella, elaborado con bonido desmenuzado y aderezado según una
f¢rmula sencilla y tradicional. El verano es también la época de los
exquisitos calamares y de las populares sardinas y "bocartes", que comparten
protagonismo en la gastronomía desenfadada con productos del pedral como las
"llámparas", los bígaros, el pulpo o los prodigiosos "arcinos", que desde
el origen más humilde están conquistando hoy la alta cocina. Lo mismo
sucede con la caldereta a la riosellana, elaborada básicamente con pescados
de roca acompañados de langosta o bogavante.
También hay que hablar del marisco local, de las percebes de los
acantilados, de las sabrosas "andaricas" y de los buenos centollos de mar
o de vivero. Y hay que reservar un lugar de honor para la angula del Sella,
el fruto más delicado de la cocina marinera. Se puede tomar salteada con ajo
y guindilla, aunque se va introduciendo el consumo como relleno de pescados
o patatas, según fórmulas ensayadas con éxito en las Jornadas Gastronómicas
del Mar que se celebran cada primavera en esta villa y que sirven para dar a
conocer platos marineros tradicionales y renovadores.
Sin el protagonismo del pescado, la carne también tiene su importancia. La
jugosa "carne roxa" de vacuno es excelente para chuletas y para recetas
t¡picas como la "carne gobernada" -estofada- o en rollo, rellena de panceta,
huevo, pimientos o aceitunas. También son apreciados los escalopines en
salsa de sidra, de aguardiente o de queso Cabrales.
En caza mayor se lleva la palma el abundante jabalí, y en aves de corral,
el "pitu de aldea", una variedad de pollos de carne prieta que se cría con
mimo en las casas de campo. Y cómo no mencionar al cerdo, básico para el
pote o la fabada. La morcilla local, seca y perfumada de cebolla, aporta
a las finísimas "fabes" un toque que la distingue entre todos los cocidos de
la península. También sale del cerdo el "patrucu" o "emberzau", que se
consume en fresco, cortado en rodajas o frito.
En el capítulo de los quesos, Ribadesella se abastece de sus afamados vecinos
de Cabrales, Beyos, Gamonedo o Pría. Y en los postres hay que fijarse en
las tradicionales "casadielles" de nuez, al arroz con leche "requemau", la
leche frita o las "joyueles" típicas de Carnaval, además de las compotas de
manzana y pera, el dulce casero o las manzanas asadas y azucaradas.
El remate de cualquier comida que se precie debe ser una copita de los
buenos licores y aguardientes que se destilan en este concejo, en la
población de Collera. El aguardiente de sidra que elabora esta bodega
centenaria ha recibido el reconocimiento a la calidad por parte de la
Unión Europea, para orgullo de Ribadesella y de todo el Principado de
Asturias.