EL CLIMA DE ASTURIAS : INTRODUCCIÓN


INTRODUCCIÓN

En la Península Ibérica podemos distinguir, a grandes rasgos, dos tipos básicos de clima: el mediterráneo y el oceánico. Estas dos grandes divisiones responden a una realidad que se observa fácilmente al salir de la región cantábrica, atravesando la Cordillera: se abandonan las tierras verdes, húmedas y neblinosas, para entrar en las tierras pardas, luminosas y cálidas en el verano.

Esta visión es muy simple pero responde a una situación real y se ve reflejada en todas las clasificaciones climáticas, aunque éstas pueden utilizar diferentes criterios. Desde un punto de vista puramente climático, los dos tipos anteriores suelen denominarse dominio templado-cálido o mediterráneo y dominio templado-frío u oceánico respectivamente (Capel Molina, 1981).

Desde una visión biológica se suele hacer referencia a regiones biogeográficas o corológicas; la mediterránea y la eurosiberiana en este caso (Rivas-Martínez, 1987). No resulta sorprendente que la humanidad considere de gran interés la relación del clima con la tierra, con la vegetación y con su propia actividad. Esta circunstancia conduce a que muchas clasificaciones acaben coincidiendo en lo fundamental y a que las divisiones que se establecen reproduzcan estrechamente los patrones de distribución de la cubierta vegetal.

El límite entre los dos dominios climáticos de la Península Ibérica transcurre con cierta aproximación por las vertientes meridionales de la Cordillera Cantábrica y de los Pirineos. Como se verá posteriormente, esta división responde básicamente a dos circunstancias:

Los dos dominios climáticos se presentan como una región septentrional con las características de la Europa occidental (régimen térmico oceánico, precipitaciones abundantes todo el año, radiación solar moderada y alta nubosidad) y otra meridional con veranos cálidos y secos, insolación elevada y lluvias muy contrastadas entre invierno y verano. La división en la zona asturiana es bastante neta, debido al efecto de barrera de la Cordillera, mientras que en Galicia la transición es más gradual.

En esta división pueden distinguirse unos factores fundamentales que diferencian los grandes dominios climáticos, y unos secundarios, que determinan variantes regionales de los anteriores. En último término, el factor fundamental que diferencia los dominios mediterráneo y oceánico es la existencia de aridez en el período estival, motivada por una combinación de escasas precipitaciones y temperaturas elevadas en el dominio mediterráneo. El verano oceánico, al contrario, recibe lluvias más abundantes y es térmicamente mucho más suave, por lo que el déficit hídrico es moderado o inexistente.

La severidad del déficit hídrico es una circunstancia básica en la diferenciación de los dominios climáticos ibéricos pero no la única. El clima de una zona puede descomponerse en una serie de elementos, cuyo conjunto describe las condiciones ambientales generales. Aunque el parámetro más característico de las propiedades dinámicas de la atmósfera es la presión, desde el punto de vista climático las diferenciaciones suelen establecerse en función de las precipitaciones y de las temperaturas. Otros factores de importancia son la radiación solar y el viento pero sobre ellos existe mucha menos información.

El uso de precipitaciones y temperaturas responde a un sentido práctico, ya que pueden medirse de una forma sencilla y económica, pero también son los factores más importantes a la hora de definir las condiciones ambientales físicas de un lugar, ya que sintetizan un buen número de circunstancias de difícil manejo individual. De la radiación solar dependen, en último término, todos los demás, ya que desencadena la circulación atmosférica, pero su estudio es complejo y sólo posible en pocas estaciones con instrumentos de medida sofisticados.

En el clima regional es inevitable, por tanto, acudir a lluvias y temperaturas para distinguir las variantes climáticas, ya que no suele haber información sobre otros parámetros. La existencia de aridez o sequía se puede establecer comparando las entradas de agua (precipitación y reserva en el suelo) con las salidas (evaporación y transpiración por la vegetación, infiltración en el suelo y escorrentía). La aridez se presenta cuando el segundo término supera al primero y la vegetación no encuentra suficiente agua para mantenerse. Inicialmente, con el descenso de las lluvias, las plantas utilizarán el agua retenida en el suelo. Una vez agotada esta reserva, la vegetación sufre una difícil situación que puede llegar a su marchitamiento irreversible si las lluvias otoñales no llegan a tiempo. La vegetación de los climas oceánicos, menos resistente a la aridez que la mediterránea, puede sufrir mucho más ante situaciones de sequía como las ocurridas en los años 1988 a 1990.

Dentro del contexto ibérico, analizaremos en las páginas siguientes los factores básicos del clima de Asturias hasta donde los datos permiten llegar. Las precipitaciones son, con gran diferencia, el factor más conocido del clima en España, y Asturias no es una excepción a esta situación, por lo que ocuparán una parte importante de la exposición. Las temperaturas son menos conocidas, ya que las estaciones que disponen de termómetros son más escasas, pero aun así es posible conocer su distribución aproximada. Otras variables como el viento y la radiación solar sólo se miden en un par de lugares, con lo que únicamente se pueden hacer consideraciones generales.


Las precipitaciones